Pienso que uno de los
temores de todas las mujeres es la vejez, y creo que eso se debe a todo el
bombardeo mediático que hace la industria de la belleza; el ser viejo va contra
de los estándares de lo bello y lo
aceptado por la sociedad moderna. Anualmente (y de acuerdo a nuestras
posibilidades económicas) las mujeres gastamos y gastamos en productos que
prometen mantenernos jóvenes y hoy es
más común que señoritas cada vez más jóvenes se sometan a cirugías estéticas para
“corregir” pequeños detalles de su apariencia que no les permiten tener una “identidad”
adecuada.
El desprecio a lo viejo
proviene de un temor aún más profundo que no solo poseemos las mujeres sino también
los hombres y es el temor a la muerte. Lo viejo nos recuerda que podemos morir,
y no queremos que nada nos haga pensar en eso. La obsesión que podemos llegar a
sentir porque nuestra apariencia siga siendo joven es definitivamente un tipo
de esclavitud.
En Hebreos 2:14 dice que el
que tenía el imperio de la muerte es el diablo, y más adelante en el v.15 dice que ¡nosotras habíamos sido sometidas a
esclavitud por el temor a la muerte durante toda la vida! pero amiga Cristo vino al mundo justamente para destruirlo
por medio de su propia muerte y para darnos libertad.
Esta es una verdad que el
diablo no quiere que tu conozcas, el pretende mantenerte en esclavitud obsesionada
por el miedo a morir, obsesionada por tu apariencia.
Cristo compartió nuestra naturaleza
humana. Al igual que nosotras, él tuvo un cuerpo de carne y hueso, con las
mismas necesidades que cualquier ser humano, los mismos deseos, los mismos
miedos, era capaz de sentir dolor, era igualmente frágil, y como cualquiera de nosotras, era vulnerable a la
muerte física.
El decidió dejar su posición
junto al Padre para humanarse y hacerse una criatura frágil con el propósito de
inutilizar mediante su propia muerte al diablo, dándonos la libertad que tanto necesitábamos.
Con su muerte Cristo nos
hace libres cuando reconocemos que necesitamos ser liberados. El saber que
Cristo comprende mis necesidades, mis miedos, mis dolores, todo acerca de mí; y
que a pesar de sus propios temores y fragilidad decidió morir para vencer al
diablo y hacerme libre de la muerte eterna me llena de mucho gozo y
agradecimiento.
No te digo que todo temor
en mi hacia la muerte y la vejez se haya desvanecido, pero ciertamente este se ha
visto minimizado por la garantía que
después de ese trance, me espera toda una eternidad de gozo al lado del Señor
Jesucristo.
¿Cómo te sientes al saber
que Cristo nos libra del poder del diablo? ¿Le has pedido tú que te libre de la
muerte eterna?
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