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martes, 4 de octubre de 2016

Experimentando la verdadera libertad



Lectura: Juan 8:31-41
Devocional: Juan 8:34-36
Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —respondió Jesús—. Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.
Juan 8: 34-36

Cristo libera del pecado al ser humano. Podemos estar seguras por palabras del mismo Jesús que todo el que peca (Hombre y Mujer) es esclavo del pecado.

Como la misma Palabra de Dios dice, todos somos pecadores, (Romanos 3:10) es decir, no hay ningún ser humano sobre la tierra que sea libre del pecado. En nuestra condición de esclavas no teníamos nada que nos atara a la familia de Dios, (no teníamos derechos, ni formábamos parte), al ser liberadas del pecado y ser cambiada nuestra posición de esclavas sin derechos a hijas que forman parte de la familia de Dios, obtuvimos todos los derechos que como sus hijas nos corresponden. Desde el momento que Cristo nos libera del pecado podemos experimentar verdadera libertad.

Yo nací en un hogar cristiano, así que para mí fue un poco más difícil comprender lo que significaba ser liberada del pecado como probablemente lo comprendería o lo experimentaría una persona que creció en un contexto diferente al mío; a pesar de no tener una infancia difícil, eso no quita el hecho que nací siendo pecadora y que necesitaba ser liberada. Aunque a muy temprana edad le entregué mi vida a Cristo, a  medida  fui creciendo fue más evidente para mí que había áreas en mi vida en las cuales seguía batallando con mi naturaleza pecadora, especialmente en lo concerniente a como me veía a mí misma en relación a los  mensajes  que la cultura y la sociedad le mandan constantemente a la mujer.



Soy una mujer introvertida por lo cual soy bastante reservada, siendo muy pequeña aún, tenía una imagen muy pobre de mí misma en cuanto a mi aspecto y habilidades físicas, por lo que el relacionarme con otros niños de mi edad era bastante difícil pues no creía en la verdadera amistad, siempre veía con recelo los acercamientos de otros niños pues en mi interior pensaba que había un interés de por medio y estas son solo algunas de las cosas con las que tuve que batallar, sentimientos y pensamientos que solo pude superar gracias al poder liberador del evangelio, libertad que solo he podido experimentar gracias a cultivar una íntima relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, pienso que aun siendo mujeres cristianas  la mayoría no logramos experimentar una verdadera libertad porque no nos apropiamos de las verdades encerradas en su Palabra que dice: …Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. (Vs.31-32)

Para mantenernos fieles a las enseñanzas de Jesús debemos conocerlas y eso no se logra teniendo la Biblia como un libro más en nuestra biblioteca, o conformándonos nada más con lo que recibimos cada ocho días en la iglesia, implica meditar en ella constantemente, y hacerla práctica en nuestras vidas, así mostramos fidelidad a las enseñanzas de Jesús, entonces y solo entonces experimentaremos la verdadera libertad que le da sentido y significado pleno a nuestras vidas.


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