Lectura: Juan 8:31-41
Devocional: Juan 8:34-36
Ciertamente
les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —respondió Jesús—. Ahora
bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se
queda en ella para siempre. Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes
verdaderamente libres.
Juan
8: 34-36
Cristo libera del pecado al ser humano.
Podemos estar seguras por palabras del mismo Jesús que todo el que peca (Hombre
y Mujer) es esclavo del pecado.
Como la misma Palabra de Dios dice,
todos somos pecadores, (Romanos 3:10) es decir, no hay ningún ser humano sobre la tierra que
sea libre del pecado. En nuestra condición de esclavas no teníamos nada que nos
atara a la familia de Dios, (no teníamos derechos, ni formábamos parte), al ser
liberadas del pecado y ser cambiada nuestra posición de esclavas sin derechos a
hijas que forman parte de la familia de Dios, obtuvimos todos los derechos que
como sus hijas nos corresponden. Desde el momento que Cristo nos libera del
pecado podemos experimentar verdadera libertad.
Yo nací en un hogar cristiano, así que
para mí fue un poco más difícil comprender lo que significaba ser liberada del
pecado como probablemente lo comprendería o lo experimentaría una persona que
creció en un contexto diferente al mío; a pesar de no tener una infancia
difícil, eso no quita el hecho que nací siendo pecadora y que necesitaba ser
liberada. Aunque a muy temprana edad le entregué mi vida a Cristo, a medida
fui creciendo fue más evidente para mí que había áreas en mi vida en las
cuales seguía batallando con mi naturaleza pecadora, especialmente en lo
concerniente a como me veía a mí misma en relación a los mensajes
que la cultura y la sociedad le mandan constantemente a la mujer.
Soy una mujer introvertida por lo cual
soy bastante reservada, siendo muy pequeña aún, tenía una imagen muy pobre de
mí misma en cuanto a mi aspecto y habilidades físicas, por lo que el
relacionarme con otros niños de mi edad era bastante difícil pues no creía en
la verdadera amistad, siempre veía con recelo los acercamientos de otros niños pues
en mi interior pensaba que había un interés de por medio y estas son solo
algunas de las cosas con las que tuve que batallar, sentimientos y pensamientos
que solo pude superar gracias al poder liberador del evangelio, libertad que
solo he podido experimentar gracias a cultivar una íntima relación con Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, pienso que aun siendo mujeres cristianas la mayoría no logramos experimentar una
verdadera libertad porque no nos apropiamos de las verdades encerradas en su
Palabra que dice: …Si se mantienen fieles
a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres. (Vs.31-32)
Para mantenernos fieles a las enseñanzas
de Jesús debemos conocerlas y eso no se logra teniendo la Biblia como un libro
más en nuestra biblioteca, o conformándonos nada más con lo que recibimos cada
ocho días en la iglesia, implica meditar en ella constantemente, y hacerla
práctica en nuestras vidas, así mostramos fidelidad a las enseñanzas de Jesús,
entonces y solo entonces experimentaremos la verdadera libertad que le da
sentido y significado pleno a nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario