Si vivimos, para el Señor vivimos; y, si morimos, para el Señor morimos.
Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Romanos 14:8
Una de las aseveraciones promovida por los movimientos que luchan por el empoderamiento de la mujer es “Tu cuerpo es tuyo, y nadie tiene derecho sobre él”, esta es una afirmación que ha sido defendida y promovida por todos aquellos que luchan contra el maltrato y la violencia contra la mujer, pero también es una afirmación que puede ser mal utilizada para justificar una vida desordenada y vacía. En 1Cor. 6:19 se nos dice muy claramente que no somos dueñas de nuestro propio cuerpo: “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños” y en 1Cor.3:23, Pablo da la respuesta de a quién realmente le pertenecemos: “y ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.”
La filosofía del mundo le ha
vendido a la mujer la mentira que ella es la dueña de su destino, y que nadie
más que ella puede decidir qué hacer con su vida, y al mismo tiempo le ha
abierto la puerta a un mundo de falsas libertades que lejos de permitirle
llevar una vida plena la someten a la esclavitud del pecado, cuando la verdad
en la Palabra nos dice que somos pertenencia de Cristo, solo cuando aceptamos
esta verdad y aceptamos que él sea el
centro de nuestra vida, sometiéndonos a
su voluntad podemos experimentar la verdadera libertad. (Rom. 11:36; Jn. 8:32).
Si quieres ser realmente libre, acércate al único que pude darte libertad.
Para pensar:
¿Cómo cambia nuestro modo de
pensar, sentir y actuar cuando reconocemos que somos pertenencia de Jesucristo?
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