“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” 1Juan 1:9
Estamos iniciando un
nuevo año, ¡acabamos de concluir la primera semana del 2017!, y muchas de
nosotras aprovechamos esta época para revisar nuestras metas, escribir nuestros
propósitos del año, hacer cambios, como por ejemplo: Este año voy a leer más,
este año haré más ejercicio, este año mejoraré mi alimentación; ¿no te parece
familiar? Yo en lo personal ya escribí los míos, pero ¿no te ha pasado que
inicias el año con un gran entusiasmo, pareciera que sí lo vas a lograr pero a
medida que transcurren las semanas vamos
dejando que la rutina y las diferentes ocupaciones nos roben el entusiasmo? y
¿por qué no decirlo? La falta de disciplina, haciendo que terminemos dejando de
lado nuestros “buenos propósitos”… ¿¿??... Puede ser que en este momento estés
pensando “Oye, arriba acabo de leer 1 Juan 1:9, pero tú me estás hablando de
metas y propósitos, ¡Tranquila! Déjame explicarte, comencé de esta manera
porque quiero compartirte algo que puede ser un buen propósito para este 2017.
La mayoría de nosotras conoce 1 Juan 1:9 incluso lo sabemos de memoria, y
aunque generalmente este verso es utilizado en evangelismo, también a las que ya tenemos algún tiempo de “caminar
con el Señor” tiene un mensaje muy especial que darnos, y este mensaje tiene
que ver con el hecho de que a pesar de ser cristianas, de haber nacido de
nuevo, de incluso ser bautizadas y servir fielmente en una iglesia, muchas de
nosotras sigue arrastrando ciertas situaciones en nuestra vida que no nos
permiten que tengamos la vida fructífera que Dios desea que tengamos y la razón
es: ¡que nadie es perfecto! Tú no eres perfecta, yo no soy perfecta, las
líderes de mujeres de tu iglesia no son perfectas, la esposa de tu pastor no es
perfecta, esas grandes mujeres de Dios de las que nosotras hemos leído o
escuchado tampoco lo son.
Pero entonces ¿cómo
logramos tener la vida fructífera que Dios desea para nosotras? ¿Cómo
conseguimos la rectitud de corazón de manera que alcancemos las bendiciones que
Dios tiene para cada una de nosotras? Siguiendo el ejemplo de David. David no
fue un hombre perfecto, todas conocemos su historia, hizo muchas cosas que
están lejos de ser ejemplo de un hombre con un corazón recto, pero David tenía
una cualidad particular que lo llevo a ser llamado un hombre conforme al
corazón de Dios, (1Samuel 13:14) y era
el hecho de que David estaba pronto a reconocer cuando había fallado, lo
confesaba y se arrepentía genuinamente, durante toda su vida, David buscó a
Dios.
Amiga si tú en verdad
quieres tener una vida fructífera, un corazón recto que agrade a Dios, es
necesario que continuamente examines tu vida con cuidado. Y eso requiere de
mucho coraje, se necesita valor para pedirle a Dios que nos muestre lo que hay
en nuestro corazón, en nuestra mente y espíritu que a él no le agrada. Y es
porque a veces no nos damos cuenta, pero muchas más veces, nosotras sabemos qué
de nosotras no le gusta a Dios pero no queremos renunciar a ello. Se requiere valor para aceptar en qué nos
estamos equivocando, para confesarlo y arrepentirse genuinamente, porque el
arrepentimiento conlleva un cambio en nuestro modo de actuar, pensar y sentir.
¿Por qué la confesión es
importante? Porque el pecado acarrea consecuencias
“Mientras callé, se envejecieron mis huesos
en mi gemir todo el día,
porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
se volvió mi verdor en sequedades de verano”.
Salmo 32:3-4
Mientras que la
confesión y el arrepentimiento producen dicha en el corazón del hombre que se
sabe perdonado por Dios.
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada
y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad
y en cuyo espíritu no hay engaño”.
Salmo 32:1-2
¿Te das cuenta? Y ahora
que estamos en la época de los inicios, puede ser un buen momento para que nos
decidamos a desprendernos de esa carga que nos hace más difícil nuestro camino,
como le sucedía al personaje “Cristiano”
del “Progreso del Peregrino”, pídele
al Señor que te muestre en qué áreas de tu vida tienes cargas de las que debes
liberarte, y si ya sabes a lo que me estoy refiriendo, pídele también que te
ayude a admitir con todo detalle tu pecado y luego arrepentirte por completo de
ello. Recuerda, él es fiel y justo para limpiarnos de toda maldad.
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